Blog

Recuperar las conversaciones

By 8 mayo, 2018febrero 4th, 2021No Comments

¿Cuándo fue la última vez que llamaste a un amigo para felicitarle? ¿Cuándo fue la última vez que quedaste con esa persona a la que solías ver una vez por semana para tomarte una cerveza? ¿Cuándo fue la última vez que llamaste a un cliente para agradecerle la buena reunión? La última investigación de la empresa Kaspersky Lab demuestra que las relaciones con la familia, amigos y compañeros de trabajo, incluso con clientes están cambiando. Un tercio de las personas admitía en ese estudio que ahora se comunican menos con sus padres (31%), hijos (33%), parejas (23%) y amigos (35%) porque pueden hacerlo a través de las redes sociales.

Las redes sociales han marcado un punto de inflexión en las relaciones interpersonales. Para bien y -sobre todo- para mal han modificado la manera en la que las personas nos relacionamos. Es verdad que han ayudado a conectar, a acortar distancias o a acercar a personas de las que no sabíamos nada desde hace tiempo. Pero también han desvirtuado el sentido de la palabra amistad, haciéndonos creer que todos podemos tener miles de amigos. Nos han hecho pensar que vivimos más relaciones cuando, en realidad, las estamos deshumanizando. Ya no hay contacto. Ya no hay miradas, gestos o tacto. Hay pantallas y data de por medio, no el archiconocido big data, sino el small data.

Hace unos años un consultor especializado en grandes empresas, Martin Lindstrom, acuñó el término Small Data. Entre otras, una de sus conclusiones fue que había una relación directa entre tener un alto número de amigos en Facebook y una autoestima más baja que el promedio. También concluyó que cuanto más neuróticos son los usuarios de Facebook, más probable es que suban un mayor número de fotos.

Hemos reducido gran parte de nuestras charlas a intercambios de jajaja en grupos de Whatsapp. Nuestros sentimientos y relaciones personales están siendo edulcorados y sustituidos por emoticonos disfrazados de caritas felices, flamencas que bailan, palmas que aplauden y gatos que se divierten. Nuestras reuniones de trabajo son cada vez más escasas y las infinitas cadenas de correos electrónicos bien podrían ser sustituidos por una llamada de teléfono, algo más humano, y con una inversión de tiempo mucho menor, más allá de la cantidad de malos entendidos que nos ahorraríamos.

Nos empeñamos en decir que los robots no podrán sustituir a las personas porque no pueden sentir, amar, empatizar, emocionar… “Eso es algo reservado a la condición humana”, nos repetimos. Pero empleamos un “me gusta” (data) cuando un amigo comparte que ha encontrado trabajo o preferimos mandar un emoji de carita muerta de risa (data) cuando nuestro hermano comparte una foto del último logro de su hijo en el grupo de Whatsapp. Con demasiada frecuencia estamos sustituyendo el compartir nuestros miedos, sentimientos y emociones por el small data, dejando a un lado nuestra esencia de ser social.

Impactemos nosotros sobre los que nos rodean, dejemos huella en los demás, en los que nos importan, y en última instancia, en esta sociedad tan alocada. Preocupémonos por esos pequeños detalles de nuestros seres queridos, de nuestros compañeros de trabajo o de los viejos amigos, pero hagámoslo como personas de alma y cuerpo, con un contacto físico real, compartiendo sentimientos, emociones, preocupaciones o ilusiones, todo aquello que nos hace diferentes a las máquinas. Humanicemos de nuevo nuestra vida y nuestras relaciones y volvamos a tener conversaciones sin una pantalla de por medio. Está en nuestra naturaleza, no la traicionemos.

Artículo publicado originalmente en Revista Capital

Send this to a friend