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Los amores de tu vida

By 23 enero, 2018febrero 4th, 2021No Comments

“La vida no me da para más, tengo demasiado trabajo” le decía un ejecutivo a otro. Escucharlo me hizo pensar en el desequilibrio en el que vivimos. Es una locura, un cierto caos permanente en el que parece que llegamos tarde a todo, que el tiempo no nos cunde y que hay algo que no funciona porque la sensación de felicidad es intermitente, escasa y efímera.

Si tuviéramos consciencia real de que, como dicen los dominicanos “la vida es un ratico”, que aquí estamos de paso, probablemente viviríamos en una sociedad más equilibrada. Los que nos han precedido en esta vida y que están cerca de su final siempre insisten en sus errores vitales a la hora de elegir sus prioridades. Dedicarían más tiempo a su familia, haber amado más, a la lectura, a sus amigos, a su fe y a otras muchas cosas, pero pocos echan en falta haber podido trabajar más, casi nadie tiene esa nostalgia. Vivimos en una sociedad que vive de espaldas a la muerte y eso condiciona nuestro equilibrio vital.

La pregunta que debemos hacernos es ¿cuáles son los amores de mi vida? Si la respuesta a estas preguntas es trabajar, estás en el camino correcto, continúa por ese camino que es lo que te dará la felicidad. Sin embargo, si hiciéramos un ejercicio algo más profundo, veríamos que los amores de nuestra vida son bien distintos. Eso no quiere decir que trabajar no sea uno de ellos, sino que hay que ponerlo en su contexto y darle la importancia que tiene. Nuestros amores pueden ser la familia, amigos, el deporte, el ocio, y un montón de otras cosas que cada uno sabe bien cuáles son.

El problema no es tanto identificar los amores de tu vida. Lo complejo es que nuestra vida responda a esos amores, que nuestra forma de vivir sea coherente, que le demos la importancia a cada amor en función de lo que cada uno representa en sí mismo y en relación al resto. La esencia es ordenar esos amores, vivirlos en superlativo y con equilibrio.

Las cosas hay que vivirlas, no tenerlas. No hay que “tener” una familia como si fuera un premio o un “hecho” en una lista, ni tener un trabajo o unos amigos. Debemos cambiar el verbo, conjugar uno distinto, el verbo “vivir”. Deberíamos ser capaces de vivir la familia, vivir y disfrutar el trabajo, los amigos e incluso nuestra propia casa, y para vivir hay que priorizar porque no da tiempo para todo. Nuestro indicador vital es el tiempo, un termómetro que nos dirá cómo estamos viviendo nuestros amores.

No hay nada gratis, todo tiene un precio que antes o después pasa factura. El olvidar los amores de tu vida puede ser una cuenta demasiado cara que pagar, una factura vital inaccesible para nuestros bolsillos. El desequilibrio vital tiene consecuencias lentas pero seguras, es un proceso degenerativo al que la vida poco a poco nos va llevando. La famosa complejidad de saber distinguir lo importante de lo urgente, que a todos nos atormenta.

Solo hay una vida y tenemos que vivirla en mayúsculas. Tengamos claros los amores de nuestra vida para, así, poder equilibrar nuestro comportamiento, tiempos y prioridades. Sería una pena pasar la vida encerrados en una oficina olvidando quiénes somos y a qué hemos venido.

Es cierto que ésta loca vida cada vez más acelerada, superficial y efímera nos arrastra al desequilibrio y al olvido de lo importante, pero tenemos la enorme fortuna de que nuestro futuro lo escribimos a diario, todos los días tenemos una nueva oportunidad. Antes de que sea demasiado tarde, ordenemos los amores de nuestra vida, porque ahí está nuestra felicidad.

Artículo publicado originalmente en Revista Capital

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