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Lo digital no da la felicidad (y lo sabes)

By 20 enero, 2018febrero 4th, 2021No Comments

Asistí el otro día a una brillante sesión sobre las tendencias digitales. Escuchar lo que viene y no sentir cierto vértigo no es fácil. Todo va muy rápido y tienes la sensación de llegar siempre tarde, de que lo que sabes ya no vale y de que cualquier millenial es capaz de sacarte de tu silla en cuanto se lo proponga.

De vuelta a casa estuve pensando que esto de la digitalización está muy bien y, sin duda, está cambiando la forma en la que vivimos. No sólo es bueno saber de digital, sino que cada día se está convirtiendo algo más imprescindible. Pero también pensé que eso solo no vale para nada. Algo quizá obvio para muchos, pero no tan claro para las generaciones más jóvenes. Esas que comparten un mismo sueño; ser youtuber.

Todas esas generaciones con letra (la Y, la Z, etc.) necesitan saber que la esencia, lo importante de su vida no está “en lo digital”. Lo relevante, lo que de verdad importa sigue siendo lo mismo que antes de la llegada de internet. Todos, lo sepamos o no, nos movemos por inquietudes similares, a todos nos importan casi las mismas cosas y es el equilibrio entre ellas o falta de él, lo que nos diferencia.

A esta reflexión me ayudó mucho Luis Huete, profesor del IESE, maestro y amigo. Esencialmente nos importa tener un buen tono físico, intelectual, emocional y espiritual. En estos cuatro ámbitos se puede resumir la esencia de las inquietudes de todos nosotros. Dentro de cada una de ellas hay múltiples actividades, sueños, miedos y retos, y cada uno le da la importancia que considera.

Todos buscamos la felicidad y creemos encontrarla con un equilibrio entre lo espiritual (no entendido exclusivamente como religioso, sino también a la paz interior con nosotros mismos), lo emocional (aquello que queremos, lo que amamos, las personas aficiones y proyectos que nos impulsan a levantarnos todos los días de la cama), lo intelectual (nuestra formación, lo que aspiramos a saber, viajes, experiencias, música y trabajo) y lo físico (sin el cual muchas veces es difícil cumplir con las anteriores).

La intensidad de cada aspecto es una decisión individual (lo que para mí es un buen estado de forma para otro puede ser ridículo y así con el resto de ámbitos) y según esa subjetividad, definimos nuestro estado de felicidad. Ese termómetro está en nuestro interior y es intransferible.

Necesitamos aceptar nuestras frustraciones, con las cartas que nos tocan a diario en la vida y no esperar que el croupier vuelva a repartir. Tampoco estar pensando qué vida tendríamos con otro reparto. Ese saber convivir con nuestras frustraciones es quizá el camino más recto para encontrar esa felicidad que todos buscamos.

Equilibremos nuestra vida ordenando nuestras prioridades, aceptemos lo que somos y tratemos siempre de mejorar, pero no busquemos en lo digital respuestas que están en nuestro interior. No estamos entrenados para escuchar nuestros silencios y son imprescindibles para alcanzar el equilibrio y la felicidad. Acostumbremos a nuestro yo a reflexionar, a cambiar de opinión e incluso a arrepentirnos para hacer mejor las cosas mañana. Más que nunca en este mundo digital tan acelerado y ruidoso.

Seamos un poco menos digitales y algo más personas, aunque sea soñando con ser youtubers.

Artículo publicado originalmente en Revista Capital

Photo by Toa Heftiba on Unsplash

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