Si hace unos años una marca pensaba en llegar a un público masivo, el modo habitual de hacerlo era indiscutible: un anuncio en televisión y reforzado por la radio y la prensa. El sistema, sin duda, parecía más sencillo. Ahora, el nuevo ecosistema digital ha incluido en nuestro día a día tanta variedad de canales con los que comunicarnos de forma instantánea, que ha cambiado por completo la forma de relacionarnos, no solo entre nosotros, sino con las propias marcas.
Nadie parece saber a ciencia cierta qué rumbo debe llevar el modelo de negocio del periodismo. Ni siquiera los que se supone que saben. Tuve la suerte de estar hace unas semanas en el Advertising Week en Londres, probablemente el evento anual más importante de Europa en contenidos y publicidad. Ya va por su sexta edición en Europa y por la decimoquinta en Estados Unidos, donde tiene su origen.
¿Dónde sale mi anuncio? Es una pregunta que mucho cliente se hace en una economía publicitaria digitalizada. Es difícil medir los impactos y los miles de momentos en los que un anuncio se publica. Más allá de lo complejo de la técnica, hay un problema de confianza que, lejos de mejorar, empeora a gran velocidad y puede herir de muerte a parte del modelo publicitario actual.
El evento deportivo más seguido del mundo ha cambiado. Las marcas se alejan de la publicidad tradicional para apostar por las redes sociales.