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La tirita (digital)

By 17 julio, 2019febrero 4th, 2021No Comments

No nos conocemos, pero es muy probable que usted y yo compartamos un problema: somos adictos al móvil.

En la sociedad moderna occidental nada nos iguala más que el uso de los smartphones. Estos aparatos están diseñados para generar una necesidad, una adicción, para formar parte de nuestra vida desde el amanecer hasta más allá de la caída del sol.

Curiosamente muchos de nosotros no nos reconocemos perteneciendo a ese perfil de adictos porque, en la mayoría de los casos, no tenemos adicciones propiamente dichas. Puede que bebamos alcohol con cierta frecuencia, pero eso no nos convierte en alcohólicos. Puede que juguemos de cuando en cuando, pero eso no nos etiqueta como ludópatas. Y así podríamos seguir con el mismo análisis sin miedo al “test del algodón”. Lamentablemente, con la tecnología esto no ocurre así porque su diseño, cada vez más persuasivo, impide que seamos completamente libres a la hora de su uso.

Es tan sencillo como abrir la aplicación de Bienestar Digital de Android o Tiempo de uso en iPhone y sorprenderse. ¿He desbloqueado mi móvil más de 100 veces y solo son las 12 de la mañana? ¿Cuándo, si no me he dado ni cuenta? . Esta iniciativa reciente no partió de las marcas ( no seamos ingenuos) sino de una iniciativa social llamada inicialmente Time Well Spent y luego rebautizada como Center for Humane Technology. Una prueba más de que, aunque prediquen lo contrario, quieren que sigamos consumiendo su mercancía lo máximo posible. Comparto con usted algunos datos recientes para contextualizar la realidad que hay detrás del uso de la tecnología, y más concretamente, del móvil. Zenith asegura en un reciente estudio publicado este año que, de media, utilizamos el móvil 130 minutos al día, 800 horas al año. Otras fuentes aseguran que miramos el móvil más de 150 veces al día. Según un estudio de Rastreator, el comparador, 7,6 millones de españoles nos reconocemos adictos al móvil.

Da igual el estudio, la fuente o el año. Somos adictos casi todos. Unos más y otros menos, pero lo somos. Y eso es así porque en realidad somos muy vulnerables frente a los exitosos ejércitos de diseñadores, filósofos, sociólogos, analistas y otros profesionales que estudian nuestra mente, analizan nuestro comportamiento y nos proponen constantemente algo irrechazable que, con mucha más frecuencia de lo que nos gustaría, nos hace estar pegados a la pantalla.

Es evidente que el móvil tiene muchas cosas buenas, útiles, que nos facilitan la vida y que somos más eficaces con él en la mano. Ese es el gran peligro, que esas virtudes tapan o justifican con frecuencia la adicción a esas pérdidas de tiempo eternas que nos hacen olvidar que la vida pasa mientras estamos pegados a la pantalla.

Probablemente usted crea que su dependencia del móvil es leve, pero le quiero hacer una propuesta, querido lector. Para saber si usted es adicto, y en qué grado, póngase una tirita en su dedo pulgar durante un día. 24 horas bastarán para que usted compruebe lo mucho o poco dependiente que es del móvil. Una sola tirita puesta en el dedo le hará ser más consciente de cuántas veces echa en falta ser libre para utilizarlo. Sentirá, por ejemplo, que no puede utilizar la huella para desbloquear el móvil o realizar un pago. Pero también se verá limitado a la hora de escribir un WhatsApp o un correo electrónico. Una simple tirita, llamémosle, digital, es el mejor termómetro para que usted, en su intimidad, y sin necesidad de compartirlo con nadie, se evalúe.

Hice el experimento hace escasos días y tengo que reconocerle que, aun sabiendo que utilizaba el móvil con intensidad, la percepción real cambió radicalmente. Es duro reconocerlo, pero estoy mucho más enganchado de lo que creía. Mi adicción es superior a lo percibido antes del uso de la tirita digital. Otra victoria para el ejército de técnicos que, desde Sillicon Valley, nos quieren hacer pensar lo contrario de lo que hacemos y somos, o al menos, mitigarlo.

Le animo a que haga la prueba de la tirita digital. Espero que le sirva para darse un baño de realidad y, además, tome medidas correctoras para hacer un uso más racional del móvil y, en última instancia, ser más libre.

Artículo publicado originalmente en Revista Capital

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